lunes, 3 de enero de 2011

Trilogía de Jermán Argueta




En coedición con Crónicas y Leyendas, Café Literario y Verso Destierro, aparece esta trilogía del cronista Jermán Argueta, ahora con su visión poética de la Ciudad, la Historia y la Sangre.
Ciudad de México, 2010. 1000 ejemplares por título.
Edición a cargo de Crónicas y Leyendas. 


El circo de piedra
(fragmento)

Por Andres Cardo

Este poemario recuerda el jardín de los esperpentos en donde Valle Inclán hubiese recolectado canastas enteras de frutos. Aparecen las deformaciones humanas a manera de sombras, de sueños y personajes oníricos: todos vueltos palabras embriagadas. Un solo infierno que da vueltas hacia su centro mefítico, en donde Argueta tiene acceso a las escaleras que llevan al ático de la cordura. Desde ahí, nos mira como un iracundo (tentado al descenso sobre el quicio de una iglesia), invocando la plegaria del suicida antes de sostenerse para no caer de la torre latino sobre pleno eje central. Aquí es  donde “el tiempo no regresa al mismo tiempo y se muda de ropa”, escribe, y así, sale a caminar con su traje nuevo y sorprende cómo tanta estatua y tanto rostro puede ser cubierto con las gotas blanquecinas de las palomas. Es imposible borrar esta ciudad. Cómo asesinar a un muerto de piedra. Cómo arrancarle el alma a esta ciudad sin ojos: sólo los que la caminan miran poseídos por ella, desde la ventanilla del baño en un hotel que se volverá ruina en el próximo terremoto.
Pero no es la tierra, son los tambores, escribe Argueta para festejar esta lluvia en medio de la pista, son los truenos que anuncian la llegada del barco invisible de la historia al zócalo, con su enorme mástil de una sola vela, sucia de tanto aire, de tanto rojo y verde, de tanto aletazo. Sopla este pájaro que sostiene a la mítica serpiente tratando de abrirle los ojos. El circo es una marcha de flores, transeúntes melancólicos de siglos, que caminan directo al cadalso cotidiano, y aunque la lluvia lave sus pisadas, no borra el llanto de estos peatones extraviados en busca de sus hijos muertos hace ya 42 años. Este circo que reconstruye Jermán Argueta, es la historia táctil de una ciudad que permanece intacta, con las construcciones monumentales en el equilibrio perfecto de los malabaristas eternos, donde a los niños, el diablo los guarda en sus brazos de trenes subterráneos.
El circo de la madrugada es un poemario de versos tan largos como los cabellos mismos de la ciudad, donde se trasluce a manera de radiografía esa lista de pecados mortales que dan sosiego a sus morosos habitantes. Cuántos fantasmas caben en un solo cuerpo, sólo tú lo sabes, Ciudad enferma de vacío. Aquí la caravana se mantiene aferrada a la mortaja del tiempo, y las campanas levantan su falda para mostrar su oro sonoro, su lengua de viento, para avisar que ya es hora de que los habitantes de la noche se vuelvan ceniza en el cenit de la luz, y desaparezcan en el blanco de la hoja, al tocar tierra el primer rayo del sol.