miércoles, 29 de mayo de 2013

El retorno de los Vagans, de Aarón Fishborne, Coedición con Amate Ediciones

El retorno de los Vagans, de Aarón Fishborne,
primera edición, Amate Ediciones/Verso Destierro, 2013. 
1000 ejemplares. Col. La pesquisa ochentera.

A Rubén Darío en pleno siglo XXI le hubiera gustado encontrar a poetas como Aarón Fishborne, que no pertenece a legión alguna. Nos es difícil ubicarlo; es un disidente que arremete contra toda fe o mito en donde el hombre cree encontrar su rastro de eternidad. Incluso contra la noción de poeta, Fishborne es como un Dr. Jekyll y Mr. Hyde, pero invertido: Mr. Hyde es el creativo y lo realmente abominable y destructivo es la conciencia de toda creación, encarnada no en una alegoría moral, sino en el mal confundido con el bien hasta llegar a ser un sólo cadáver, engendro de la locura como una apoteosis del caos, en donde “creer me llevó al delirio de pensar que las palabras eran pensamiento”; el tranquilo sueño de la razón que fecunda monstruos, fractales ídolos en el anfiteatro del mundo (a los que Francis Bacon aspirara a devastar). El autor no deja de hacer una crítica a la sociedad, porque los monstruos también son consecuencia de la domesticación, del conformismo y de la seguridad garantizada por el ejercicio de poder, que podrían ser los mismos parámetros prescriptivos, imperativos y dogmáticos del canon poético. Pero al contrario, Aarón Fishborne nos deja entrar en su imaginario, eso sí, con la única condición de que sepamos mirar la noche. Así entrega esta obra, como un árbol que cae en el lago del Tiempo; un Monster Love (así en inglés, porque es fatuo, dice) para derrumbar lo naturalmente asimilado por una tradición que apuesta más por corregir cualquier desviación congénita que reconocer lo diverso. Si bien en El retorno de los Vagans, los monstruos y prodigios de Aarón Fishborne ―como dice el famoso poema de Cavafis― ya habitaban dentro de él mismo, el carácter y alcance de su poesía posibilitan que también esas entidades se le aparezcan al lector en su camino, vuelvan con toda su potencia. Lo que hace que su poética sea monstruosa, no sólo es la anomalía con relación a la expresión antropomorfa, “esa humanidad olvidada” a la que canta, sino el problema que plantean estas “figuras de lo intangible” ante la norma estética que configura el canon dominante, con una poesía que “sabe brillar en la oscuridad de su grito”. El monstruo humano, como dice Foucault en Los anormales, combina lo imposible con lo prohibido. Esto lo podemos constatar enteramente conjugado en Aarón Fishborne, cuyo símbolo piramidal es cónico y descendente “para marversar la realidad, la vida infame de lo invisible”. Encontrará el lector a un poeta excepcional, pero no por pretender convertirse en un ángel caído, nuevo, terrible o pavoroso; sino un auténtico incorregible del lenguaje; el animal que nos “cuenta la historia del sueño”; el Enfermo que nos habla en “un idioma extraño y Oscuro” y que para colmo se atreve a publicar su primer poemario en La Pesquisa Ochentera, siendo que el poeta es quien, por antonomasia, termina finalmente corrigiéndole la plana al universo, o dicho de otra manera: ampliando el mundo en su pluriversalidad.

Arturo Alvar

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